miércoles, 30 de junio de 2010

Calma, calma, calma.


Voy con las riendas tensas
y refrenando el vuelo
porque no es lo que importa llegar solo ni
pronto,
sino llegar con todos y a tiempo.

León Felipe


Tenía años sin visitar la Casa del Lago de la UNAM, fui a escuchar los cantos polifónicos de los monjes tibetanos. Con los sentidos abiertos a las posibilidades, como siempre procuro estar descubrí la estatua de León Felipe, que me pareció el Pensador de Rodin. A su pie, tenía escrito ese fragmento que me pareció inusualmente adhoc a mi desesperanza y desesperación.

¿De qué sirve que yo sola pueda "comprender" la realidad tachando a los demás de imbéciles si cuando quiera compartir mis impresiones me encuentro sola? ¿De qué me sirve encontrarme conseguir mis objetivos en la soledad? ¿De qué me sirve empujar los asuntos hacia algún lugar si sé que sola no lo lograré?

Me recordé porqué me he refrenado. Porqué he buscado no reventar a cuanta persona se me para enfrente. Que a veces bien me vale llevar a cabo renuncias, que puedo ceder. Que puedo compartirme y encontrar personas valiosas en el camino. Que no importa hacer las cosas antes o después, sino hacerlas en el momento justo. Y que a veces la consecución de ese timing requiere una sensibilidad que sólo puede desarrollarse con el tiempo y la paciencia.

Y tal vez no he podido conseguir todo lo que he querido. Pero lo que tengo cierto, es que no estoy sola, y que llegaré acompañada, procurando que sea a tiempo.

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