Me gustaba jugar contigo. Jugar a las atrapadas. Te
escapabas de la casa para salir a pasear, pero cuando ya fuiste más grande, ya
casi no podías correr. Te cansabas rápidamente y preferías regresar. Ya al
final sólo llegabas a la esquina y te regresabas. Te gustaba azotarte contra la
puerta, o rascarla con tu patita. Eras tan lista… Sabías perfectamente lo que
hacías. Te gustaba meterte a la casa y tomar posesión del sillón. Tu sillón.
Incluso durante un tiempo lo asignamos como tuyo, hasta que supiste que era
tuyo y no lo quisiste más. Te gustaba ser rebelde.
Me asusté tanto cuando peleaste con ese perro malo-feo de la
maestra Margarita. Creí que te perdía. Te tenía tomada del cuello con su enorme
dentadura. No supe qué hacer. Sólo comencé a gritar como loca. Tuve mucho
miedo. Sentí mucho coraje hacia ese perro. Pao afortunadamente reaccionó y
logró separarlos. Tuve que llevarte al veterinario de urgencia. Las heridas
eran visibles. Afortunadamente nada grave pasó.
Tu orejita gacha nunca supimos porqué quedó así. Sólo de
pronto tu oreja se infló y parecía que iba a explotar: se llenó de líquido que
queríamos drenar. Neceamos mucho, vino Cristóbal y te hizo curaciones. Tu
orejita quedó siempre gacha. Me gustaba cuando te ponías alerta y podías subir
las dos orejas. Pero después de eso, ya sólo podías subirlas, y tu orejita
derecha volvía a caer. Me resultabas muy enternecedora.
Los tumores fueron muy desagradables. Me hicieron caer en
cuenta de que no me serías eterna. Y entré en pánico de que estuvieses
sufriendo. El tumor de tu pata cada vez crecía más y yo no fui capaz de juntar el dinero para que te
intervinieran. Nunca pude saber si tu tumor era signo de otra cosa, intenté
sondear la posibilidad de que te “durmiéramos” en caso de estar seguros de que
sufrías. Pero aún así me costaba trabajo aceptar tu partida. Siempre tan fuerte
nena, tan llena de vida...
Pero tu, llamémosle, osteoporosis ya era notoria. Te costaba
trabajo incorporarte y echarte. Te era doloroso. Aún así, jamás dejaste de
jugar. ¿Quién dice que cuando uno crece debe dejar de jugar? En eso tú y yo
estamos perfectamente de acuerdo. Es mejor seguir jugando, aún cuando uno se
haga viejo. Aún cuando duelan los huesos y no pueda uno correr al ritmo que
antes lo hacía. Traviesa Venus. Mi nena. Nunca te gustó que fumara y te dabas
la media vuelta cuando lo hacía: me golpeabas con el látigo de tu desprecio y
jamás entendí: sigo fumando chiquita, aunque en los últimos años no quise
hacerlo en tu presencia.
Tu ser amoroso irradiaba luz. Sólo te tuve miedo cuando
tenías el instinto a flor de piel, tras haber parido. Eras el amor encarnado,
gracias por amarnos tanto Venus. Gracias por habernos acompañado. Eras un
angelote para esta familia. No sé si te merecíamos, pero sé que nos hiciste
mucho bien. Y que todos nosotros te amamos muchísimo. Dejas un hueco en
nuestros corazones y en nuestras manos. Amaba fervientemente acariciarte y
abrazarte. Incluso amaba cuando me lamías la cara para despertarme, aún cuando
te reclamara. Amaba darte besos.
¿Te acuerdas de Marte? Siempre pensé que fue tu gran amor.
Nunca entendí cómo fuiste a meterte con esos perros tan feos y extraños de los
que nacieron tus cachorros. Tus hijas, ahora viven en casa de mi abue conmigo,
y se parecen mucho a ti: locas y amorosas. No cabe duda que los perros se
parecen a sus dueños. Así eras tú: amorosa y loca. Desordenada, rebelde y
miedosa. Sabías perfectamente que te portabas mal y no lo dejabas de hacer. Si
no querías oír regaños o estabas molesta, hacías como que comías. Eras una
mañosa. Tirar la basura así porque sí, buscar cariños restregándote contra uno.
Berrinchuda y consentida. Sí Venus, te pareces mucho a mí... Me harás mucha falta.
¿Te comiste al loro Copérnico? ¿Te comiste los hámsters de
Abraham? ¿Tú corriste a Canela? ¿Te cayó mal el novio fufurufu que te conseguimos y del
que escapaste?
¿Cómo voy a creer que preferiste llevarte bien con Casiopea? Yo juré que un día te la comerías de tres bocados. Pero no, le heredaste tus mañas. Desde la manera de echarse de lado y parriba hasta las mañas de hacer como que comen croquetas del plato… Creo que nunca te fotografié ahí echada panza arriba pal calor. Me dabas tanta ternura… Bola de pelos irresistible, uno creería que eras gorda. Pero en una de esas veces que se nos ocurrió pelarte, nos dimos cuenta de que la mayor parte de ti eran puros pelos. Ratmus no me gustaba, parecías rata cuando te pelamos y decidimos no volver a hacerlo. Eras un poco como Sanzón: en tu pelaje estaba tu fuerza.
El maldito viene-viene del Gigante te quería para él.
¿Tuviste miedo cuando te raptaron? Chiquita, cuando volviste tenías mucho
miedo. Yo estaba muy apenada contigo, porque te pedí que nos esperaras afuera
del Gigante y cuando salimos no estuviste más. Creímos que te habías regresado,
pero no volvías, y no volvías. Después de rastrearte, nos dieron el tip de que
estuviste esperándonos en el estacionamiento y de pronto no estuviste más, que el jefe de los viene-vienes te había
echado el ojo y que tal vez él te había llevado. Parecías de pedigree (pero que
jo lo eras era nuestro secreto). Mis papás no dudaron ni un momento en irte a
buscar. Amenazaron a las personas y a los pocos días volviste. Sabías
perfectamente el camino de regreso. Volviste un tanto nerviosa, sin querer
comer, y temblabas por todo. Pero acá te hicimos saber y entender que todo
estaría bien. Que no tenías porqué tener más miedo. Que ya todo estaba en orden
y que te amaríamos más y no dejaríamos que algo como eso volviera a pasar.
Te amamos mucho Venus. En esta familia podremos estar rotos
y divergir de casi todo. Pero tú eras nuestro centro. En ti convergíamos. Tú
nos recordabas que el amor incondicional es posible.
Eras hermosa. Por dentro y por fuera. Levantando miradas siempre por la calle, con tu andar glamouroso. No eras la princesa del chícharo, pero perfectamente podrías haber pasado por ella. Ibas por la vida conquistando corazones también. La gente en ocasiones, podría no preguntarme por los demás miembros de mi familia, pero siempre preguntaba por ti. Ése era el caso de Agustín.
Jamás quisiste dormir en tu casa. Mira que nos costó trabajo
comprarla, porque eras grande. Y bañarte era otro show. Pero siempre después de
un baño te veías más hermosa. Luego luego presta a revolcarte en el jardín.
Méndiga. “No vayan a decir que soy fufurufu.”
Eras una burra.
..Mira qué día elegiste para irte: en medio del alboroto por
la titulación de Pao. Todos tan emocionados por eso y para evitar que los
invitados se asustaran por tu tamaño (sí Venus, lo supiste siempre, a la gente
la apantallabas haciéndoles creer que podrías hacer daño) te subieron a la
azotea. Y ahí ocurrió. No sé cómo moriste Venus. Pero espero que no hayas
sufrido. Espero que hayas sido muy feliz en mi compañía, en nuestra compañía.
Espero que te hayas sabido y sentido muy amada. Espero que hayas sido dichosa de ser nuestra
compañera y guía.
1 comentario:
Abrazos. Esto es hermoso.
Publicar un comentario